La mítica e inolvidable Ruta 40

Nos disponemos a recorrer la mítica ruta 40 de Argentina. Como la legendaria ruta 66 de los Estados Unidos, la ruta 40 es un emblema en Argentina por ser la carretera más larga del país. La ruta recorre 5224 km, comienza a nivel del mar, atraviesa 20 parques nacionales, 18 importantes ríos, conecta 27 pasos cordilleranos y trepa a 5000 metros sobre el nivel del mar. En definitiva, una carretera que atraviesa el país de norte a sur. Lo mejor de todo (o peor), es que no está asfaltada, es de ripia como dicen aquí.

Nosotros nos disponemos a recorrer un trozo de esta ruta, lo que suponen 28 horas de duro autobús viendo paisajes desérticos. Todo el mundo dice que la ruta 40 es inolvidable y que recorrerla es un viaje en si. ¿Será inolvidable para nosotros?

La ruta 40

El autobús marcha bien, vamos tranquilamente viendo paisaje, viendo una película y haciendo cosas del ordenador. De repente algo sucede, el conductor pierde el control del autobús y se medio sale de la calzada. El autobús ha quedado atascado y medio inclinado. Como es normal todos los ocupantes debemos bajarnos del autobús para esperar a que un tractor venga al rescate.

«Cuidado que hace mucho viento» dice el conductor mientras bajamos. «Típico aviso tonto» pienso yo (Javi). Ya abajo, mientras esperamos el rescate y hacemos alguna foto tonta viene una ráfaga de viento ultrafuerte. Siento que pierdo el equilibrio y me decido a dar un paso para atrás para recuperarlo. La mala suerte es que hay un hueco de un metro de profundidad. «No pasa nada» pienso inocentemente, «salto al hueco y subo en un momento». Lo que parecía un hueco resulta ser un pozo de barro y cemento. La sensación de sumergirse con la mochila y toda la ropa de abrigo que dispongo es indescriptible.

Aguantando el bus

Lleno de barro hasta el pecho comienzo a oír murmullos, risas: «Mira mira, uno se ha caído» oigo que dice la gente. Cuando me quiero dar cuenta, Bibi ya está con la risita y la cámara para inmortalizar el momento.

Lleno de barro y cemento

Con el autobús medio inclinado, Bibi me provee de ropa limpia y seca, pero no abriga lo suficiente. Mientras tanto, me entretengo en quitar el barro de toda mi ropa, misión imposible. En eso, un señor es llevado por el viento y se cae a otro pozo. «No he sido el único imbécil» pienso.

Durante el resto del viaje, he aguantado las bromas del conductor recordándome mi «divertido para otros» accidente. Este ha sido nuestro viaje por la ruta 40, inolvidable y divertido para muchos, inolvidable y nada divertido para mi.