Viajes tormentosos

Nos encanta el Sudeste Asiático, eso no es ningún secreto. Para nosotros es el paraíso por su gente, su gastronomía y por sus increíbles lugares.

Si hay alguna queja que podemos tener al viajar de mochileros por el sudeste asiático son los medios de transporte. Estos son muy variados pero a menudo, por no decir siempre, resultan una hazaña. En este artículo repasamos algunas heroicidades que todo mochilero habrá vivido si ha viajado por estos países.

Empezamos por Laos y el río Mekong. Este río cruza este pequeño gran país. Desde la turística y acogedora aldea de Luang Prabang muchos mochileros comienzan un viaje a través de este mítico río para llegar a la frontera Tailandesa. Este viaje se puede hacer de dos maneras: Con un Speed Boat en 6 horas o con un Slow Boat en 2 días.

Viajes Malos

Cuando llegamos allí por el año 2002 (Cómo ha llovido desde entonces!) nos dijeron que era peligroso hacerlo en speed boat ya que en el río sobresalen rocas y las lanchas se las solían comer. Finalmente decidimos hacerlo mitad en slow boat (1 día) y mitad en speed boat (3 horas). Recuerdo empezar la travesía muy contento, comiendo un bocadillo buenísimo y algún croissant que eran abundantes en Laos gracias a que fue colonia francesa.

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Después de varias horas sin asiento, todos tumbados en el suelo y hambrientos sólo deseamos llegar a la aldea a orilla del río donde pasaremos la noche pero aún queda una eternidad. Finalmente llegamos y después de llevar todo el día sin comer se nos presenta un muchacho con una rata clavada en un palo. Esa era la cena, no había ninguna otra opción. No cenamos. Al día siguiente y todavía en ayunas seguimos con el speed boat hasta la frontera Tailandesa, desde donde pillamos un autobús a Chiang Rai, donde después de un día y medio sin comer fue como llegar al cielo.

Viajes Malos

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El siguiente relato lo vivimos en la isla de Corón, en Filipinas (2007). Esta isla es famosa por bucear dentro de barcos inmensos. Muchos mochileros hacen parada en Corón antes de proseguir su viaje a Palawan, una isla paradisíaca de Filipinas. Para hacer el trayecto de Corón a El Nido decidimos hacerlo un carguero que salía 2 días a la semana y tenía una duración total de 15 horas.

Recuerdo que la principal angustia fue ver como pasaban los días y el barco nunca salía. “No está suficientemente cargado”, nos decían. A nosotros nos fastidiaba porque Corón se había convertido en un embudo en nuestro viaje y perdimos varios días esperando a zarpar.

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Finalmente nos dice: “Hoy zarpamos”. Estábamos muy contentos porque ansiábamos llegar a El Nido, uno de esos lugares que justifican un viaje. Sin embargo, al llegar al barco comprobamos que no estábamos solos… Sacos y sacos de comida apilotonados, muchas personas, obviamente sin asiento y ¡muchos animales! Aquello parecía el arca de Noé. No hace falta decir que llegamos triturados a nuestro destino pero el paraíso que nos aguardaba sirvió para recuperarnos.

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También existía un avión para hacer este trayecto, y es que en ocasiones es mejor buscar un vuelo barato en liligo para ahorrarte ser torturado sin piedad. En nuestro caso, debemos ser masocas porque de regreso a España nos encanta recordar estas experiencias y no paramos de hablar de ellas.

Autobuses. Si hay una cosa que suele ser común en todo el sudeste asiático es el aire acondicionado extremo en muchos lugares y los autobuses no son una excepción. Hablaremos de un viaje en Filipinas porque lo recordamos muy insufrible, el trayecto de 9 horas que se tarda de Manila a Banaue (2007).

Recuerdo que estábamos en el hostal de Manila y un mochilero nos aconsejó abrigarnos porque en el autobús hace un poco de frío. Lo malo, es que no llevábamos nada de ropa de abrigo ya que siempre priorizamos llevar muy poco peso a nuestras espaldas y en países donde hace tanto calor solemos llevar lo justo. Esa noche la recordamos como un infierno, mejor dicho, como un polo norte, tiritando en el autobús y con unas ganas inmensas de que saliera el sol porque significaría que ya estaríamos en destino.

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Fue insufrible pero una vez más el esfuerzo mereció la pena. Las terrazas de arroz del norte de Filipinas merecen este sufrimiento y mucho más.

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¿Y vosotros qué? ¿Cuál es el trayecto más horrible que habéis vivido?